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jueves, 14 de enero de 2010

Conquista en el corazón del desierto.

Entonces me encuentro aquí, en esta reunión amigable

con mi infaltable guitarra de feroz clavijero,
para contarles una historia desde mi sabiduría confiable
sobre un hombre de la razón de esencia y pasado lisonjero.

Nombres no recuerdo en este momento, pues que difícil saberlo
cuando se trata de un hombre y una mujer de diferentes culturas
y que es una sangrienta época pueda alguien entenderlo.
Más aún, cuando ella era originaria de las vastas llanuras.

La tropa del ejército macabro era numerosa,
pues acompañada estaba por el armamento destructivo de la dominación.
Entre el fuego y el humo de los cañones una figura hermosa
se asomó, cual faro en la niebla, para que él pueda ver la luz de su salvación.

Los enfrentamientos bajo el cielo que todo lo observa
y todo lo juzga, terminaron en miles de cautivos y matanzas
mostrando un espacio que sólo se reserva
para que del romance surjan nuevas esperanzas.

La mujer de largos cabellos negros y aborigen semblante
dejó ver que las puertas de su corazón abierto
permanecían así sólo ante el avance determinante
del joven soldado del progreso en aumento.

Las ideas que del joven soldado volaron
pronto a tierra cayeron, pues
a los cautivos en el amplio campo fusilaron
y sepultados quedaron bajo sus pies.

A ella no la acompaño una mejor suerte,
pues ni las súplicas en su idioma nativo
impidieron que el frío encanto de la muerte
la sedujera en ese momento tan esquivo.

Las lágrimas de él llegaron al lago más cercano.
Arrodillado y lamentando ese funesto día,
sabía para sus adentros que ningún momento es lejano
porque seguro estaba que en algún lugar sobre sus tiernos brazos descansaría.


Alejandro Gómez Cánepa, 2009

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